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Artículos y entrevistas

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PATRICK PINEAU, EL CYRANO MÁS ÍNTIMO

Por Cristina Álvarez Cañas

Enfrentarse a un papel como el de Cyrano de Bergerac, para un actor, puede ser un arma de doble filo. El enorme mito creado por Edmond Rostand encierra tantas contradicciones que cada nueva interpretación obliga a pulir las aristas del personaje. Y también a sacarle las virtudes y los defectos que se le han escapado a aquellos que antes han respirado por él. Para el responsable de esta versión, el director de escena Georges Lavaudant, este papel es «como un Everest entre los papeles; una cumbre que sigue siendo un desafío, porque despierta muchas expectativas en el público».

La varita mágica de Lavaudant tocó con su elección a Patrick Pineau. Actor teatral de rigor y de respetada trayectoria en Francia, Pineau ha gozado de toda la confianza del director después de haber trabajado juntos en numerosas ocasiones. La larga relación profesional que les une se remonta a la década de los 80 del siglo pasado. En 1989, interpretó por primera vez bajo sus órdenes el papel principal en Féroé la nuit, de Michel Deutsch, y toda su sinergia creativa pudo estallar durante los años en los que formó parte del plantel del Teatro de L’Odéon, entre 1997 y 2005, cuando Lavaudant ejercía de máximo responsable.

 

Formado en el Conservatorio Nacional de Arte Dramático, en París, Patrick Pineau contó con maestros como Denise Bonal, Michel Bouquet y Jean-Pierre Vincent antes de emprender una productiva carrera artística sin etiquetas. Ha dado vida a obras de autores clásicos como Calderón, Marivaux o Musset, pero también contemporáneos, como James Stock, Eugène Durif o Mohamed Rouabhi, y también bajo las directrices de Michel Cerda, Éric Elmosnino o Jacques Nichet. El cine no ha tenido la misma relevancia en su trayectoria, aunque ha trabajado con directores como Bertrand Tavernier, Éric Rochant o Francis Girod.

 

El Cyrano ejecutado por Pineau cuenta con todo ese cúmulo de experiencia y ha sido aplaudido en Francia por proponer una puesta de escena con un alto grado de intimidad, frente al poderío barroco de la versión original de Rostand. Elocuente, gamberro, enérgico, pícaro, contestatario, firme, poderoso, irreverente, sólido… la crítica nacional ha bendecido al protagonista con una lista de adjetivos que afortunadamente para el espectador ayudan a su desclasificación. Conocemos el final, sí, pero aún así conservamos la esperanza de descubrir en la exégesis de Pineau matices que nos permitan entender el nefasto desenlace.

 

Acompañado de Marie Kauffmann en el papel de Roxane, y de Frédéric Borie en el de Christian, el protagonista de una de las historias de amor más importantes de la dramaturgia francesa recita versos alejandrinos durante dos horas y media en un escenario depurado. Para Le Figaro, «Patrick Pineau no tiene nada que envidiar a sus predecesores. Encarna al fino espadachín con una sorna y un brío que recuerdan al mismo tiempo la sinceridad de Alcestes en El Misántropo de Molière y las fanfarronadas de Jean-Paul Belmondo en El rey del timo de Lautner». Para LaCroix, «es casi un chiquillo, un payaso con la profundidad justa para que la risa se confunda, cuando es necesario, con la educación de la desesperación».

Foto: Marie Clauzade