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Entrevista con Valentijn Dahenens

Por Machús Osinaga
“Nos aferramos a las palabras y a quienes tienen talento para usarlas”

El creador belga Valentijn Dhaenens, definido por la crítica internacional como un auténtico torbellino sobre las tablas, presenta en el Teatro del Barrio su obra BigMouth, con la que explora el perturbador poder del lenguaje.

Tras sorprender a medio mundo y triunfar por toda Europa, el creador y actor belga Valentijn Dhaenens visita por primera vez España para regalarnos su pieza BigMouth (Bocazas), que podrá verse en el Teatro del Barrio del 7 al 9 de mayo dentro del XXXII Festival de Otoño a Primavera de la Comunidad de Madrid. A través de fragmentos de discursos escritos y pronunciados por diferentes y variopintos personajes a lo largo de la historia, esta obra nos demuestra la maleabilidad de nuestra mente, el poder de la palabra y lo fácilmente manipulable que es el ser humano.

 

Para llegar a tan inquietante conclusión, Dhaenens leyó y diseccionó más de mil discursos durante un año, arengas de todo tipo y de distinta procedencia, desde Pericles hasta Osama Bin Laden, pasando por Goebbels o George Bush, que comparten un claro objetivo común: seducir a la audiencia para manejarla a su voluntad.

 

Como reflexiona el director y dramaturgo español Miguel del Arco, «la palabra es un poderoso soberano que con un pequeñísimo cuerpo realiza empresas absolutamente divinas». Y no le falta razón. BigMouth (Bocazas) es, en definitiva, una gran lección de oratoria que reflexiona sobre la verdadera naturaleza del ser humano y su deseo de ser Dios. Conseguir el poder cuesta; y una manera de alcanzarlo es a través de bellas mentiras, cantos de sirena y sugestivas palabras. Están ustedes avisados: no se dejen engañar.

 

PREGUNTA.- ¿Cuáles son las reglas de un buen discurso?

 

RESPUESTA.- Vencer la desconfianza, ser seductor, no tener miedo, hablar como un maestro de las palabras y tener carisma y ritmo.

 

P.- ¿Varía el tipo de discurso según la época en la que fue escrito?

 

R.- En mi opinión, la escritura de discursos cambió durante la década de los 60 debido a la aparición de los medios de comunicación. Antes, solo se pronunciaban frente a un público en directo. Poco a poco se comenzaron a retransmitir a través de la radio y luego nació la televisión. Fue entonces cuando los escritores de discursos tomaron conciencia de que necesitaban introducir buenas citas y pequeños fragmentos que poder utilizar como un mantra repetitivo, una y otra vez. Después de la guerra, América se alzó con el liderazgo mundial y el resto del mundo copió sus tendencias y fue influenciado por su cultura pop. En BigMouth utilizo el movimiento pro derechos civiles no solo como un acontecimiento político, sino también como una aceleración del lenguaje para construir un mundo más rápido e introducir un nuevo tipo de discursos. Por otra parte, muchos de los líderes afroamericanos en esa época introdujeron una nueva atmósfera y una nueva musicalidad a los discursos, algunas veces influenciados por los grandes predicadores, añadiendo más drama a las arengas. Además, los discursos no solo los pronuncian los políticos. Los medios de comunicación despejaron el camino para los nuevos líderes e influencers. Actualmente, podemos constatar que ciertos periodistas, músicos, actores, atletas o blogueros resultan ser una grandísima autoridad en nuestro mundo mediatizado.

 

P.- ¿Cómo fue el proceso creativo de BigMouth?

 

R.- Durante un año, me prometí a mí mismo leer al menos un discurso al día y llegué a leer alrededor de mil discursos. Desarrollé este proceso sin pensar mucho en ello, solo leyendo y apilando textos, esperando que algún día estos discursos se «comunicaran» unos con otros, como así ocurrió. Por ejemplo, pasaron muchos meses entre la lectura de Goebbels y la de Patton. Cuando leí a Patton, me golpeó la agresividad que encerraba el texto y me sorprendió el nivel de lenguaje tan moderno que utilizaba: frases muy cortas y directas al público; casi no se diferenciaba de un discurso actual. En ese momento me acordé del discurso de Goebbels que estaba almacenado en algún lugar. Fue uno de los primeros que incluí en el proyecto. Estaba fascinado por lo bello que era, formado por larguísimas y complejas frases. Y comprobé que ambos discursos se escribieron casi en el mismo momento. Mezclando estos dos textos que estaban «pidiendo» ser entretejidos, conseguí tener a dos líderes enemigos unidos y juntos en la misma guerra. Completamente diferentes en cuanto a estilo, tono, tempo y elección de palabras, estos dos grandes lenguajes alemanes se encontraron. Por un lado,

Patton, usando frases cortas que la gente pudiera recordar; y por otro, Goebbels, con referencias griegas, con su estructura clásica, su retórica y sus repeticiones, para asegurar su permanencia en la mente de los oyentes. Los discursos buscaban el mismo objetivo, pero de diferentes maneras. BigMouth es una especie de abstracción, aunque yo todavía siento que he metido a estos dos personajes juntos en una habitación, como en los debates modernos, dándole a cada uno de ellos la oportunidad de convencer a la misma audiencia. Y también quiero eliminar la trampa de «el bueno y el malo», haciendo que sean roles intercambiables. Este es un ejemplo de cómo todos los discursos de la pieza están mezclados y se buscan unos a otros.

P.- ¿Sigue algún orden preestablecido a la hora de mostrar los discursos en la obra?

 

R.- Para nada. Me divertí mucho olvidándome de la fecha en que se escribieron y manejándolos como si hubieran sido escritos por la misma persona en el mismo momento. Hubiera sido muy aburrido y académico ordenarlos cronológicamente. Mi objetivo es jugar con los discursos para contar una historia diferente sobre la humanidad, demostrar que nada ha cambiado realmente con el paso de los años y constatar el deseo del ser humano de ser Dios. Es mucho más que contar una breve historia del mundo a través de discursos.

 

P.- ¿Somos fácilmente manipulables?

 

R.- Nos dejamos seducir muy fácilmente por charlatanes que dicen aquellas cosas que nosotros querríamos decir y lo hacen mucho mejor de lo que nosotros lo haríamos nunca (o eso es al menos lo que nos hacen creer).

 

P.- ¿Cómo podemos impedir que nos manipulen con bonitas mentiras y una fluida oratoria? ¿O estamos inconscientemente predispuestos a creer todo lo que se nos dice?

 

R.- Eso es precisamente lo que nos hace humanos. Nuestro mundo está construido por el lenguaje. Si no tenemos una palabra para nombrar algo, ese algo no existe. Nos aferramos a las palabras y a quienes tienen talento para usarlas.

 

P.- ¿Quién cree usted que es el mayor «bocazas» de la historia?

 

R.- Entre los fundadores, Sócrates ha tenido una enorme influencia en los escritores de los discursos modernos. Y Demóstenes es increíblemente inteligente. Pero no tenemos que irnos tan lejos: el ministro de Propaganda Joseph Goebbels es muy interesante. Utiliza frases largas, maravillosas y complejas, que tienen un efecto inmediato. Muy excepcional. En la actualidad, puedo estar mirando durante horas en YouTube a Louis Farrakhan (líder de la organización Nación del Islam y defensor del nacionalismo negro). Posee un precioso equilibrio entre agresividad, musicalidad, crescendo y clímax.

 

P.- ¿La mentira es algo intrínseco en el mundo de la política? ¿Y en el mundo de la creación?

 

R.- La mentira está en todas partes. Mentimos a quienes amamos, no para lastimarles, sino para sentirnos mejor. Preferimos una mentira factible que una verdad difícil y turbia.

 

P.- ¿El ser humano es bocazas por naturaleza?

 

R.- Supongo que, para ser un verdadero bocazas, necesitas, aparte de talento para la oratoria, la idea inconsciente que te lleva a comportarte como una especie de Dios, las ganas de conducir a la gente por una determinada dirección y una insaciable necesidad de atención y amor. La mayoría de nosotros no somos bocazas.

 

P.- ¿Manipula usted al público con su obra?

 

R.- Sí, parte de la experiencia de disfrutar este espectáculo es mi pretensión (aunque sea tan solo por un momento) de seducir a la gente, incluso con palabras como las de Osama Bin Laden o Joseph Goebbels.

 

P.- ¿Prefiere molestar o complacer al público?

 

R.- No tiendo a ser provocador por naturaleza, más bien al contrario, en mi vida social soy un tipo bastante agradable. En una función teatral, sin embargo, puedo tener cierta tendencia a rozar lo que algunos podrían encontrar inquietante.

 

P.- ¿Cómo enlaza unos discursos con otros en el espectáculo?

 

R.- La incorporación de la música es importante para «comunicar» unos discursos con otros. Al principio del proceso creativo de esta pieza, comprobé que se necesitaban pausas para que el público interiorizara lo que acababa de escuchar. Sin estos «intermedios musicales», habría una sobrecarga de palabras. Al mismo tiempo, me dan la posibilidad de añadir una capa emocional. Mientras las palabras van al cerebro, la música llega directamente al corazón.

 

P.- ¿Cuál es el poder de la voz humana?

 

R.- Juego con las posibilidades de la voz. Durante toda la función exploro y muestro lo que el ser humano es capaz de hacer utilizando el lenguaje, un hecho que nos diferencia del resto de los animales. Uno puede cambiar el curso de la historia del mundo usando la voz. Este pensamiento ha vivido conmigo desde que tenía 16 años y es lo que me ha hecho crear BigMouth.

 

P.- ¿Cuáles son los mensajes más habituales de los discursos a lo largo de la historia?

 

R.- Que somos los mejores, que Dios está de nuestro lado, que nuestra gente no morirá en vano y que nosotros prevaleceremos.

 

P.- ¿Qué necesita para hacer teatro?

 

R.- Una urgencia.

 

P.- Y, finalmente, ¿para qué cree que sirve el teatro?

 

R.- Para compartir. No solo ideas y pensamientos, sino también cosas que identificamos pero que no podemos captar en una simple conversación. Y a través de compartir, no nos sentimos solos.