© André Villers Buitrago del Lozoya
En 1946, Picasso establece relación con el taller de alfarería Madoura en Vallauris, cuyos propietarios, Georges y Suzanne Ramié, se habían propuesto revitalizar las antiguas tradiciones ceramistas.
A partir de 1947, mientras reside en el Sur de Francia, Picasso acude regularmente a trabajar en el taller Madoura, realizando innumerables piezas de cerámica, un medio que alcanza una auténtica renovación y una inusitada calidad artística en sus manos, elevando lo que había sido tradicionalmente una forma de artesanía al rango de auténtica obra de arte.
En su aniversario Picasso le regaló a Arias dos bacías de barbero, que constituyen un homenaje tanto a la profesión, a través de la cual se fraguó la amistad entre ambos, como a su país natal: la fiesta nacional y el Quijote.
Otras piezas de cerámica pintada modelada o impresa con diversas formas representan escenas taurinas o motivos muy esquematizados.