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Comunidad de Madrid
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María Terremoto

Cantaora de Jerez

Giraldillo Revelación en la Bienal de Sevilla 2016


Terremoto, un siglo de cante

María Terremoto, cantaora
Nono Jero, guitarra
Manuel Valencia, compás
Manuel Cantarote, compás

Sinopsis



“Las cosas que hago de él (Mojama) me salen de cuando en cuando”, dijo Terremoto de Jerez en 1972. De línea materna era sobrino de Juan Mojama y, de descendencia paterna, de Juan Fernández Valencia “Juan Soleá”. Todo empezó en la llamada casa de Los Rincones a principios del siglo XX y, a partir de ahí, un siglo de baile, toque y principalmente de cante gitano. En la familia de Los Rincones, hombres y mujeres tocan, cantan y bailan. Es una filosofía de vida que se enlaza con la necesidad de subsistir en tiempos difíciles. Terremoto hace suya la seguiriya hasta límites insondables. Tras eso, la soleá, la bulería y los fandangos se van abriendo hasta conseguir un sonido cien por cien terremotero, que es la herencia que continúa su hijo Fernando Fernández Pantoja, conocido como Fernando Terremoto. Un legado que se cuida y que se hace nuevo casi entrando en el siglo XXI para dar el paso a una nueva generación con María Fernández, María Terremoto, digna sucesora de las herencias que la preceden. En esta propuesta, la joven cantaora jerezana, proclamada por los medios como “La princesa del cante jondo”, hace un recorrido por la memoria de sus ancestros, llevando el cante de sus predecesores a este siglo, aportándole la frescura de sus veinte años, pero sin apartarse en ningún momento de la línea ortodoxa marcada a fuego en su sangre.


María Terremoto



Jerez ha regalado un imperio de voces al flamenco. Uno de los más grandes, considerado maestro de la seguiriya, fue el Terremoto de Jerez. María Terremoto, hija de Fernando Terremoto y nieta del Terremoto de Jerez, se estrenó en los escenarios la primera vez que una zambomba dejó el patio de vecinos para ser también espectáculo con público. Ese día, cumplía un año. El padre revolucionó la zambomba y la hija, con el derroche de voz, hace justicia al nombre artístico familiar. “Mi padre, si viviera, hubiese querido que mi lanzamiento como cantaora no hubiese sido tan pronto. Él habría preferido que yo hubiese estudiado el flamenco en profundidad, antes de subirme al escenario”, cuenta María. Además del legado familiar, María habla cantando, porque el barrio de Santiago es un tablao abierto las 24 horas. “Desayuno en la calle casi cada día, en el bar El Tabanquito, y allí puede sentarse alguien y hacerme palmas o ritmos con los nudillos, y de ahí me arranco con el cante, el baile o lo que haga falta”. El barrio de Santiago es una comunidad donde todos se conocen y, sobre todo, se comparte. El trato y la relación es de hermandad. El barrio es una fiesta de hermandad. Cualquier esquina puede ser en verbena. No necesitan teatro.

María Terremoto canta desde que era migaja de pan. Recuerda emocionada cómo fue el reencuentro con su padre, cuando regresó a los tablaos tras recuperarse de una enfermedad. Le brindó, en la peña de su familia, la Asociación Cultural Fernando Terremoto, una bulería con ocho años. “Mi padre era guitarra, su maestro fue Manuel Morao. Mi padre no cantaba ni en las bodas de sus hermanas, no era capaz ni de tocar las palmas. Hasta que un día se arrancó a cantar y le animaron a presentarse a un certamen en la Peña Don Antonio Chacón. Allí debutó como cantaor a los 22 años”, cuenta María. Fernando Terremoto dejó para la posteridad tres discos, tres mayúsculas maravillas. En Madrid, formaba parte del elenco de Las Brujas, Casa Chicote o Los Canasteros. “Cuando era chica, mi padre se encerraba en la habitación a componer, se grababa con un aparatito y mil veces repetía y repetía hasta dar con la nota o la letra. A mí me gustaría formarme en solfeo, ser maestra de cante y, como mi padre, llegar a componer”, cuenta.

Terremoto de Jerez -abuelo- también empezó a cantar más tarde que la nieta. Él era bailaor de profesión. La seguiriya es un palo para pasar fatiga, con letras profundamente duras: “Qué desgracia la mía hasta en el andar, que los pasitos que pa’lante yo daba, se vienen pa’atrás”. Interpretadas desde el dolor y el llanto. “Es un palo que no puede cantar cualquiera. Mi abuelo de chico pasó mucha pena y, desde lo más profundo, sacaba la rabia para llegarnos al alma”. La Terremoto cree que su abuelo era un flamenco puro, de cante hondo. Su padre era un artista más completo, con mejor formación, conocedor de otros estilos musicales y compositor de coplas. María Terremoto estuvo un tiempo viviendo en Sevilla. Allí conoció a la gran bailaora Manuela Carrasco, que para ella es su tercera abuela. La nieta de Manuela y ella iban juntas al cole. “Manuela me enseño muchísimo, a ella, y a mi abuela materna –María Márquez, también cantaora de Jerez- les debo parte de lo que sé”. He ahí que la artista, además de cantar, tenga mano con el baile. La niña que hace de los fandangos un regalo de los dioses dice que su vida es el cante, que donde no llegan las palabras llega el quejío y que su manera de expresar lo que siente es desde este arte.

Su gran oportunidad le llegaría en 2016, durante el Festival de Jerez, en el que ofreció un recital que generó una alabanza de la crítica sin precedentes para una artista de su edad. Esta actuación supuso el pistoletazo de salida a una temporada en la que actuó en multitud de peñas flamencas y grandes festivales. En 2016 tiene lugar uno de los puntos de inflexión en su carrera como cantaora, María participa como artista invitada en la gala Música para la investigación, protagonizada por el cantaor Miguel Poveda, en el Teatro Liceo de Barcelona y emitida por Televisión Española, y su actuación deja impresionada a toda la afición flamenca. Su consagración como cantaora llegó en la Bienal de Flamenco de Sevilla de 2016, en la que logró el Giraldillo Revelación, siendo la artista más joven de la historia en conseguirlo, premio que fue respaldado al año siguiente consiguiendo la prestigiosa Venencia Flamenca, como la artista joven con más proyección. Tras recibir estos galardones, María se convierte en uno de los grandes exponentes del panorama flamenco, lo que le lleva a sacar, en septiembre de 2018, su primer trabajo discográfico, titulado La huella de mi sentío, con el que recorre España, Europa y Estados Unidos.

Tras una exitosa gira, en la que pisa los escenarios más importantes del panorama jondo, recibe el galardón Cruzcampo a la mejor actuación en el Festival La Isla Ciudad Flamenca, el Premio Joven Ciudad de Jerez 2019 y el premio a Nuevos Creadores 2019 del Secretariado Gitano. En la actualidad recorre ya, como primera figura, los festivales más importantes a nivel nacional e internacional, destacando sus actuaciones en lugares como Mont de Marsan, Nimes, Nueva York o Miami, y la dirección en 2019 de La Fiesta de La Bulería Joven de Jerez, todo esto compaginado con la creación del que será su segundo disco de estudio, con el que su equipo espera poder llegar a un público más amplio desde el prisma de la pureza jonda.

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