Como Tom y Jerry, sí. Ese gato y ese ratón de dibujos animados que se peleaban sin parar. Así se baten en Duel Opus Mômes Nathalie Miravette (pianista) y Laurent Cirade (violonchelo). Esta es una versión reducida para niños y jóvenes de los tres espectáculos de Duel: el opus 1, de 2001, y el opus 2, de 2009, formado por un dúo de hombres y el opus 3, el más reciente formado por Miravette y Cirade. Lo que aparentemente se presenta como un recital de piano y violonchelo convencional, de inmediato enseña sus cartas.
Nos encontramos con una justa musical, con un encuentro explosivo entre dos personajes que actúan e interpretan y que brindan momentos por ejemplo como el famoso Vuelo del moscardón de Rimski-Kórsakov. Cirade lo interpreta al violonchelo mientras Miravette, a su lado, de pie, sigue las evoluciones aéreas del insecto hasta que lo ve posarse en la frente de su compañero y le estampa una partitura para matarlo (al insecto).
En otro momento, Cirade pisa la falda de Miravette y esta se desgarra. Y en un tercer momento, de nuevo Cirade, ahora con una motosierra en lugar de su arco, se dispone a interpretar, a su modo, la Novena sinfonía de Beethoven. Es decir, que este duelo es ante todo una brisa de humor entre dos virtuosos, cuyo trasfondo apunta a la eterna batalla de los sexos, a la que le ponen una banda sonora que procede del mundo clásico, pero enseguida salta al jazz, al rock…
El origen de la saga de Duel proviene de un cuarteto (Le Quatuor), al que se unió Cirade, cuando tenía 24 años, en 1988 y en el que permaneció doce años. Pero el violonchelista “quería experimentar con el formato de dúo e ir un poco más allá en la música”. Ese ir más allá lo explica gráficamente como “profanar el violonchelo y el piano”.
Su justa musical, un estupendo entretenimiento satírico de la a veces solemne, o excesivamente seria, manera en que se celebran los conciertos de música clásica, se ha representado en más de cuarenta países, revisando todos los estereotipos musicales, desde los clásicos hasta cursis melodías de supermercado. Con respeto, desde luego.
“Yo juego un poco como un gran patán que regaña a su compañero”, que le devuelve las andanadas, dice Cirade. Para ello, la compenetración entre él y Miravette resulta esencial. Porque su trabajo no es meramente el de músicos virtuosos. Bailan, cantan, hacen mímica. Encantan.
Como escribía uno de los críticos de la obra, “este dúo tan divertido e innovador gracias al talento de estos genios artísticos, realiza una mezcla de teatro y música nunca antes lograda”.