Nunca imaginé que estaría aquí reencontrándome con todos vosotros 36 años después de mi último festival.
En 1982, me encargaron, junto a José Luis Ocejo, la creación de este Festival de Otoño, cuya primera edición se presentó en 1984. Dos años después ya se decía que el Festival de Otoño había sido el altavoz que dio a conocer la recién creada Comunidad de Madrid.
Con el paso del tiempo siento que el mundo de los festivales es enorme, diverso, eminentemente internacional, te permite crear un ambiente propio en la Comunidad. Hace años, Lluís Pasqual, entonces director del Teatro Lliure, me decía: quien organiza y presenta un festival, aunque en su tarea organizativa no ejerza como artista, en el desempeño de su función acaba creando un ambiente sociológico enfocado a hacer arte en todas sus manifestaciones: danza, música, teatro, poesía, circo…; y se le puede considerar un artista sin duda alguna.
Para mí, haber dirigido cinco festivales de Otoño fue una experiencia gratísima con un éxito que superó nuestras expectativas. Tras 41 ediciones, el ofrecimiento de dirigir esta 42 edición, fue un obsequio inesperado; y que, además, lleve mi nombre en su enunciado, es un homenaje del que estoy enormemente agradecida.
Creo que un festival debe complementar la actividad cultural que se presenta durante todo el año. Recorrer los diversos estilos y presentar creadores de alta calidad, aquellos que aportan nuevas formas de expresión. Dar a conocer nuevas versiones o aquellas que, habiendo sido ya presentadas, ofrezcan un interés excepcional y sean dignas de repetirse.
Además, un festival debe fomentar en el público una elevación continua de su nivel de exigencia a la hora de valorar las distintas creaciones, tomando como único patrón de medida el de la calidad artística. Y debe llenar lagunas, enmendar olvidos, crear una muestra temporal intensa donde dejarse habitar por las artes escénicas y la música de estas y de otras latitudes.
En definitiva, mantener la identidad del Festival de Otoño de Madrid como una referencia cultural de nuevas tendencias y con influencia en todos los continentes. Que las grandes compañías, así como los creadores de vanguardia, consideren sencillamente normal el presentar ante nosotros sus nuevos espectáculos. Más aún, que sientan la necesidad de conocer la respuesta del público madrileño, sabedores de su interés y de su preparación. Que triunfar en Madrid artísticamente sea, cada vez más, sinónimo de calidad.
Esa es la meta y a ella conduce la programación que hemos preparado con enorme ilusión este año con destacados nombres de la escena internacional: Amancio Prada, Tao Ye, Robert Lepage, Nat Randall y Anna Breckon, Jon Maya, Andrés Marín, Jo Strømgren, Wajdi Mouawad, María Hervás, Carmen Werner, Mario Banushi, L’Orchestre d’Hommes-Orchestres de Canadá, Rafael Spregelburd, Thaddeus McWhinnie Phillips, GöteborgsOperans Danskompani, dirigido por Katrín Hall y con una pieza de Crystal Pite; Laurent Cirade y Nathalie Miravette, Sarah Vanhee, entre otros. Nuestra ventana Quebec (Robert Lepage, L’Orchestre d’Hommes-Orchestres y Émilie Monnet & Waira Nina) ha sido posible con la colaboración del Gobierno de Quebec a través de la Oficina de Québec en Barcelona y de Air Canada. También han colaborado la Embajada China, el Centro Cultural de China y la Fundación Cátedra China en la presentación de TAO Dance Theater, y la Fundación Japón en el caso de Yamato.
Espero que los espectadores lo pasen maravillosamente y que sean felices durante el festival. Todo se ha hecho para conmover y para merecer su aplauso.
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