Émilie Monnet es una artista indígena de ascendencia anishinaabe (una tribu amerindia del norte de América) y francesa. Ha realizado vídeos, teatro, performances en torno a la identidad, la memoria, la herencia y el lenguaje. Waira Nina proviene de la nación Inga, en La Amazonia colombiana, creó la red de radio Emisora Comunitaria Ingakuna, y ha trabajado en el reconocimiento de la riqueza cultural, la educación y los derechos de su comunidad. Monnet y Nina son amigas desde hace años y desde 2014 han estado recogiendo materiales de activistas ambientales y líderes indígenas de La Amazonia, de Canadá, de la Guayana Francesa. El proyecto lo titularon Nigamon/Tunai y lo han estrenado este año. Que su dimensión trasciende lo escénico, lo explica que la presentación en Montreal estuvo arropada por una serie de conferencias que abordaban los temas de la obra (la lucha indígena, la acción contra el extractivismo y la devastación del medio ambiente americano) y por una campaña para recabar fondos con los que sufragar la radio comunitaria de Waira Nina.
¿Cómo definir Nigamon/Tunai? No es propiamente teatro, aunque contenga elementos del teatro documental. Denominarlo experiencia sensorial y visual podría dar cierta orientación sobre lo que pretenden Monnet y Nina: una denuncia, ciertamente, contra el extractivismo, la explotación de sus territorios: en Canadá hay compañías mineras y petroleras que socavan la tierra colombiana para extraer sus recursos, entre ellos el cobre, mineral central en la cultura anishinaabe. Y una defensa de la protección de las aguas, la tierra y la fauna de estos territorios.
El espectador tiene frente a sí, en un escenario que podría evocar La Amazonia o un bosque tropical, a Monnet y Nina, ataviadas con hábitos indígenas. Rodeándolas: objetos, estructuras metálicas de cobre, agua circulante. Sus acciones van acompañadas de sonidos procedentes de objetos inventados por el artista visual colombiano Leonel Vásquez, y de donde surgen los cantos de las piedras, del agua, de los troncos de los árboles.
Voces de líderes espirituales indígenas, de activistas, de ancianas y de niños se escuchan en ese espacio: voces de protesta y defensa del territorio atacado por la deforestación y la acción de las empresas mineras y petroleras. Émilie Monnet reivindica la escucha de estas voces, especialmente las de los líderes indígenas, “los depositarios del conocimiento, los que luchan por defender la tierra y preservar la vida. Voces que muchas veces hemos erradicado, oprimido, intentado matar. Y hoy, más que nunca, es importante escucharlas, porque ahí están las respuestas”.