Arcturus
Wittgenstein se preguntaba cómo de pequeño ha de ser un pensamiento para llenar toda una vida. Yo recuerdo que cuando murió mi abuelo me contaron que se había ido al cielo, entonces una idea se apoderó de mí para siempre. Quería volver a verle, quería que mi abuelo se encarnase dentro de mí para que me pudiese seguir mostrando las leyes del mundo. Empecé a imitar sus gestos, su tono de voz y su presencia hasta que conseguí hablar con él. Luego llegaron más muertes y como no quería desprenderme de mis seres queridos decidí prestarles mi cuerpo, mi casa, para poder encontrarme con ellos. Comenzaron también a visitarme personajes ficticios, literarios, que yo trataba como reales porque ocupaban el mismo espacio de transformación que los familiares ausentes. Un buen día mi cuerpo se convirtió en un hotel, mis emociones en profesionales del hospedaje y yo en un simple actor que juega con sombras, con copias, para intentar contar la verdad. Sé que es difícil, pero les recuerdo con fuerza. Re-cordis: volver a pasar por el corazón. Sé que si los vuelvo a pasar por el corazón una y otra vez conseguiré salir de esta caverna, llegaré por fin a ver a mi abuelo y sobre todo a ella, a mi verdadera identidad. He de recordar para reconocer la salida.
Un hombre con una apariencia de treinta y cinco años se despierta en una habitación que no reconoce y de la que no puede salir.