Toná

Luz Arcas / La Phármaco

www.lapharmaco.com

  • Danza contemporánea
  • Estreno absoluto
  • País: España (Andalucía)
  • Duración aprox: 55 minutos (sin intermedios)
  • Año de producción: 2020

  • Espectáculo coproducido por el Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid
Dirección artística, dramaturgia, espacio escénico y coreografía: Luz Arcas
Asistencia escénica y coreográfica: Abraham Gragera
Acopañamiento dramatúrgico: Rafael SM Paniagua
Dirección musical y composición: Luz Prado
Asistencia artística: Nino Laisné
Baile: Luz Arcas
Violín y electrónica: Luz Prado
Voz, palma y percusiones: Lola Dolores
Vestuario: Carmen 17
Diseño y construcción de bandera: Paula “La Albardonera”
Asesoramiento escenográfico: José Manuel Chávez
Diseño y confección de lazos y flores: Elena González - Aurioles
Fotografía y vídeo: Jorge Colomer, Virginia Rota y Carlos Pérez Romero
Espacio sonoro: Pablo Contreras
Dirección técnica e iluminación: Jorge Colomer
Producción ejecutiva: Gabriel Blanco y Marta López Caballero (Spectare)
Colaboración en la producción ejecutiva: Fernando Valero (Rial & Eshelman)
Tour manager: Renzo De Marco (Spectare)
Diseño gráfico: María Peinado
Community managers: Sofía Manrique y Carlos González
Prensa y comunicación: Elvira Giménez y Ángela de la Torre (Cultproject)
Distribución nacional: Lola Ortiz de Lanzagorta (New Dance Management)
Distribución internacional: Austin Rial Eshelman (Rial & Eshelman)
Agradecimientos a: Jorge G. Dragón, Ana Sánchez Acevedo, Jana Pacheco, Alberto Carpio, Maite Fernández Madrid, Violeta Niebla, Alessandra García, Teresa Casas, Rosa López, Luz López y Fernando Arcas

Quería hablar de la muerte, que apareciera, pero como aparece en el folclore, con toda su fuerza mítica, psíquica, y también como un motivo para la fiesta, para la celebración y la catarsis”.
Luz Arcas

Toná es una propuesta escénica que se aleja de narrativas convencionales y ofrece al espectador a una experiencia poética, plástica e intuitiva. En la pieza, los cuerpos y los objetos (el vestuario, los elementos escénicos) son atravesados por lo invisible (la música, el movimiento) y agitados hasta la extenuación: un exceso de vida que acaba por agotarlos y devolverlos a lo inerte.

Con el título provisional de La carne, la caída, el pasado mes de noviembre se estrenó en el Centro Pompidou Málaga la semilla de este proyecto a la manera de laboratorio creativo compartido por tres malagueñas residentes en Madrid de proyección significativa: la bailarina y coreógrafa Luz Arcas, directora de la compañía La Phármaco; la fotógrafa Virginia Rota, colaboradora de La Phármaco desde sus inicios e implicada igualmente en otros proyectos escénicos; y la violinista y compositora Luz Prado, con la que Arcas ya había colaborado en su pieza La domesticación.

Toná indaga en la fugacidad, en la muerte y la memoria. Como apunta Luz Arcas, “los materiales sobre los que trabajamos provienen del imaginario de nuestra infancia, de las canciones y de los miedos que aún nos persiguen. Nuestro proyecto aborda todo lo relativo a la muerte y al duelo desde el folclore, con una presencia muy importante de los verdiales como fuente de inspiración. Y ha significado un paréntesis muy importante respecto a lo que yo venía haciendo. Es algo menos denso, más orgánico y salvaje”.

En palabras de la propia artista: “Toná surgió en los viajes a Málaga para visitar a mi padre, bastante enfermo. En su casa, donde me crié, me reencontré con referencias, iconos, símbolos que tenía casi olvidados. Recordé anécdotas y miedos, reconectando con el folclore de mi infancia. Quería bailar un sentimiento que es propio de ese folclore: la muerte como celebración de la vida, la fiesta y la catarsis individual y colectiva.

Estaba trabajando en un nuevo proyecto con las también malagueñas Luz Prado (en la música) y Virginia Rota (en los audiovisuales), cuando les propuse indagar en esa poética compartida. Luz había trabajado mucho sobre los verdiales, el folclore malagueño prerromano, probablemente de origen fenicio, que en gran medida ha sobrevivido a las sucesivas colonizaciones culturales y todo intento de domesticación. Virginia, por su parte, acababa de inaugurar una exposición sobre el luto en Andalucía.

La memoria colectiva y los imaginarios populares son cruciales porque nos acogen y nos salvan del individualismo invitándonos a elaborar un relato compartido. Como todo lo relacionado con el pueblo, esta memoria cultural está llena de problemas, sin duda, pero volver a ella, para ensuciarla, renombrarla, y así, vitalizarla, es un acto de libertad frente al totalitarismo cultural o cualquier intención neoliberal de imponer o capturar un sentido, que solo esa colectividad puede administrar performativamente. También es un acto de resistencia contra el intento de nuestro sistema de desterrar y negar la enfermedad, la vejez y la muerte, que nos hace débiles cultural y espiritualmente y, por lo tanto, dominables.

En la biblioteca de mi padre me reencontré con una biografía de Trinidad Huertas, La Cuenca, una bailaora malagueña del siglo XIX que se hizo famosa en todo el mundo con un número en el que representaba a una torera en plena faena y que le dio el sobrenombre de La Valiente.
He recuperado otras referencias de mi infancia, como la figura de la Virgen del Carmen, embarcada en procesión por el mar cada 16 de julio, en una fiesta que, como tantas otras del mundo popular, expresan un paganismo y un arcaísmo anterior al catolicismo y que, sin embargo, este siempre ha aprovechado para articular sus mitos. También recuerdo cuando un amigo de mi padre nos llevaba de noche a esperar a que se apareciera la virgen entre los olivos. Me interesa la experiencia del milagro como la aborda Pasolini, como Ana Mendieta: la metafísica de la carne, su espectacularidad pobre, el testigo inesperado.

Los milagros están hechos de muchas cosas pero, sobre todo, de la necesidad de que ocurran. Su carácter devocional no requiere una estructura formal demasiado elaborada, como dice mi amigo Rafael SM Paniagua, “la eficacia de las formas culturales populares es de otro tipo. Su precisión es de otro tipo. Podemos elaborar una creencia a partir de una imagen abyecta, una mancha en la pared, un Cristo mal pintado. La devoción popular se organiza en torno a imágenes malas”.

Confieso que el proceso de creación ha sido una liberación. Ojalá lo sea también para el público.

Toná está dedicada a mi madre”.



Sobre la compañía


Luz Arcas funda la compañía La Phármaco en 2009. Es Premio El Ojo Crítico de Danza 2015, Premio Mejor Intérprete Femenina de Danza 2015 en los Premios Lorca, Finalista a Mejor Intérprete Femenina de Danza en los Premios Max 2017, Premio Injuve 2009 y Premio Málaga Crea 2009.

Entre sus creaciones destacan Kaspar Hauser. El huérfano de Europa (pieza presentada en el Festival Otoño en 2016), Miserere. Cuando la noche llegue se cubrirán con ella (Teatros del Canal, 2017), Una gran emoción política (Teatro Valle-Inclán de Madrid, coproducida por el Centro Dramático Nacional, 2018), Los hijos más bellos (coproducida por el Ballet de Víctor Ullate de la Comunidad de Madrid, 2018), Dolorosa (creada para la Compañía Nacional de El Salvador, 2019) y el nuevo proyecto Bekristen / Cristianos, una trilogía cuyo primer capítulo, La domesticación, fue estrenado en noviembre de 2019 en los Teatros del Canal de Madrid.

La Phármaco explora también espacios no teatrales, como en Chacona (Centre Pompidou, 2015), Embodying What Was Hidden (King Juan Carlos Centre, NYU, 2016), La errancia (Conde Duque, Garden State, 2018), o Habitación con mi alma fuera (Museo Picasso, exposición de Bruce Nauman, 2019). Además, la compañía lleva a cabo otro tipo de proyectos artísticos y pedagógicos, como Mundo y Lenguaje (Malabo, Guinea Ecuatorial, 2016) o Tú que tienes la luz (National School of Drama de Nueva Delhi, 2016).

Su repertorio ha girado por múltiples países, acompañado de proyectos docentes en Europa, África, América y Asia. Sus trabajos han recibido el apoyo del Centro de Danza Canal, la Comunidad de Madrid, el Centro Dramático Nacional, la Compañía Nacional de Danza, la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales, el INAEM, Ministerio de Cultura, Educación y Deportes, el Ayuntamiento de Madrid, la SGAE, el Instituto Cervantes y la AECID.



En primera persona


Toná nace de la necesidad de encarnar una identidad amplia, que no pretende definirse esencialmente, ligada orgánicamente a la memoria colectiva y a los imaginarios populares, con toda su conflictividad. Una poesía que trasmite la carne, el pulso vital, llenos de rabia y de alegría, también de prejuicios y supersticiones. Un dolor antiguo y fértil que nos construye lentamente, desde la infancia.

Una identidad tan luminosa como oscura, que no se resume en términos de productividad y consumo, sino de derroche físico y poético, que se niega a inscribirse en las inercias de la opinión y su euforia, la pose, el protocolo.

Un cuerpo reconciliado con sus fuerzas vitales, entretejido de enfermedad, vejez, muerte… Y que se relaciona descaradamente con los símbolos, para ensuciarlos, pisotearlos, renombrarlos, mientras grita: son nuestros, nos pertenecen.

Un cuerpo que no escoge entre creer o sospechar: hermana fe y nihilismo y se repite: “amar es tener el cielo y ver que el cielo no tiene nada”.

*

“La vergüenza es el sentimiento que salvará a la humanidad”, dice el protagonista de Solaris. No será el amor, sino la vergüenza.

Un dolor que es antiguo y fértil: la carne, los cuerpos. La identidad es el misterio que se esconde en cada cuerpo y que surge de la reconciliación íntima con la vergüenza.

Busco en los cuerpos el baile, no la danza, sino el baile, su folclore, su herida: cuando la dignidad humana nos convoca y se atreve a pisotear el suelo con la potencia de la vergüenza. La rabia más hermosa, la herida más abierta”.


Luz Arcas



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