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Ana contra la muerte

Gabriel Calderón

Teatro
País: Uruguay
Duración aproximada: 1 h 15 min (sin intermedio)
Idioma: español
Año de producción: 2019

Estreno en la Comunidad de Madrid

Presentado en colaboración con Teatro Lope de Vega de Sevilla, Teatro Principal de Palma y Teatro de La Abadía.
Autoría y dirección: Gabriel Calderón
Elenco: Gabriela Iribarren, Marisa Bentancur, María Mendive
Diseño y realización de escenografía e iluminación: Lucía Tayler, Matías Vizcaíno, Miguel Robaina Mandl
Vestuario: Virginia Sosa
Fotografía: Mauricio Rodríguez
Desarrollo de identidad gráfica: Agustín Spinelli
Prensa: Silvina Natale
Comunicación: Matías Pizzolanti
Asistencia de dirección: Elaine Lacey
Asistencia de producción: Vladimir Bondiuk
Producción general y gira: Matilde López Espasandín

No sé si es posible generalizar en esto, pero a muchas personas les pasa: tener hijos es vivir con una sombra de temor constante, o dicho con mayor claridad, miedo a que se mueran. Y luego, cuando ocurre, nos sigue pareciendo tan antinatural que ni siquiera usamos una palabra concreta para referirnos al padre o la madre que ha perdido un hijo, no hay un ‘viudo’ o una ‘huérfana’ que lo nombre. Nombrar, ya lo sabemos, es convocar. Y esta obra, desde su título, convoca a la innombrable para echarle un pulso y se convierte, como ha dicho alguien en la prensa uruguaya, en una experiencia tan devastadora como imprescindible. Una obra de resistencia frente a lo inevitable escrita por un hombre que acaba de perder a su hermana de 35 años. Gabriel Calderón es ese hombre. En una entrevista dijo: “necesitaba distraerme en la teatralidad para no hundirme en el dolor”. Y escribió su obra dramatúrgicamente más convencional, a base de diálogos entre tres mujeres, sobre el calvario de una de ellas, Ana, que ve cómo su hijo se apaga enfermo de cáncer. Un desplazamiento poético para transformar el dolor en arte sin tener que contar directamente la historia propia.


La obra se escribió, se ensayó y se estrenó en 2019 en el Espacio Palermo de Montevideo. Otro periodista de allá escribía en aquel entonces que Ana contra la muerte “conmueve hasta la médula por su riqueza literaria, su madurez creativa, su síntesis conceptual y su contundencia emotiva. Estamos ante el estreno de una obra que, ni bien ceda la pandemia, seguramente recorrerá el mundo”. Pues bien, aquí está, en su recorrido por el mundo, haciendo parada en Madrid. Lo hubiera hecho igual, quizás, sin pandemia, pues Gabriel Calderón es ya, con el permiso de su amigo y compañero Sergio Blanco, un puntal del teatro uruguayo. Y no menos lo son las tres actrices que ponen voz y carne a esta obra: Gabriela Iribarren, Marisa Betancur y María Mendive, un dream team de la escena uruguaya que, juntas, cuajan un trabajo absolutamente conmovedor.


Es una obra dura, no nos vamos a engañar, una obra sobre una madre que confiesa que sería capaz de “robarle la enfermedad” a su hijo con tal de salvarle. Probablemente lo haría cualquier madre. Las actrices tenían problemas para aprenderse el texto porque hay dos o tres escenas en las que es imposible no llorar. Cuenta Calderón que en los ensayos dejaba que ocurriera, lloraban juntos un rato y luego seguían con el trabajo. Pero Ana contra la muerte no es un drama sentimental, aunque nos haga mucha falta llorar, sino que es un grito metafórico atravesado por otras muchas cuestiones. Cuestiones filosóficas de un lado, porque se plantea qué hay detrás del rechazo a la muerte tan consustancial al ser humano. Cuestiones psicológicas, porque se plantea qué hay detrás de esa manipulación de la memoria que, consciente o inconscientemente, quizás en defensa propia, llevamos a cabo tantas veces. El texto de la obra, en cierto momento, dice: “hay recuerdos lindos que las palabras despiertan, que nos hacen reír y respiramos mejor, pero también hay recuerdos peligrosos”. Y cuestiones políticas, porque además Ana es, podríamos decir, pobre, o solo carente de una serie de privilegios que disfrutan otras personas y que a ella se le niegan. La sacudida que, como espectador, recibe uno viendo esta obra es de órdago y hay que ser muy insensible para no salir, si no transformado, al menos tocado. Calderón quiso escribirla a la manera clásica, pensando en esos diálogos entre el coro y el actor de los albores del teatro. Y nos regala una catarsis de manual.

Información práctica
MADRID
25 y 26 de noviembre– 20:00h
27 de noviembre – 19:30h
Video
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