“Salimos sintiendo que hemos caminado un largo camino en buena compañía, compartiendo algo silencioso pero profundo: una pieza minimalista, enérgica, eléctrica”.

Marguerite Papazoglou, unfauteuilpourlorchestre.com

ION demuestra por qué la danza europea considera a Christos Papadopoulos una estrella emergente. Su universo artístico, minimalista y poético, es un lugar que el espectador puede habitar. He aquí un espectáculo que se centra en la microfísica del movimiento, en el volumen de detalle que puede derivarse de un patrón cinético que permite al ojo viajar a través del campo ilimitado de las relaciones humanas.

En escena vemos un sistema vivo de diez bailarines, que se pulsan y se coordinan, se atraen y se rechazan, trazando órbitas que siguen los impulsos de la naturaleza. Porque todos son iones, cargados eléctricamente. El vuelo de los pájaros, la coordinación de las luciérnagas… una serie de microfenómenos que componen el mundo de la naturaleza se convierten aquí en el punto de partida para la investigación cinética de Christos Papadopoulos.

Sin embargo, el coreógrafo no se limita a representar estas encantadoras coincidencias. Con su ya característico lenguaje minimalista, Papadopoulos busca el algoritmo que se esconde detrás de la función de coordinación. Un sistema vivo de diez bailarines pone a prueba nuestra capacidad de observación con cambios imperceptibles y transiciones silenciosas, para revelar la fragilidad de las relaciones humanas que validan el ritmo de la vida, el orden natural de las cosas.

Podría decirse que el espectáculo tiende a funcionar por asociación, destacando los elementos que trascienden la forma, el mecanismo de la coreografía y el rigor del sistema. Lo que le fascina al coreógrafo es explorar cómo se conectan los diferentes elementos creando un cosmos único. El atractivo de la coordinación radica aquí en la brevedad del fenómeno, su fugacidad, la impresión de aleatoriedad y la expectativa de la recurrencia.

ION es un experimento multisensorial, que no se agota en mecánicas fáciles tratando de llamar la atención. La coreografía pretende poner en primer plano lo mínimo, la serenidad extática, como esa grieta por la que entra la luz antes de que el cielo nos revele todo el esplendor. Papadopoulos se centra en lo repetitivo de los motivos cinéticos, en la claridad del espacio escénico definida por la iluminación y la acción. El artista se apoya en los elementos primordiales que constituyen su obra: ritmo, movimiento, lugar y tiempo. La forma en que teje cada acción nos permite descubrir gradualmente la interacción del movimiento con los demás elementos, así como la luz que muestra el vaivén de los cuerpos y el efecto de la música sobre el entorno sonoro, que no solo guía la pieza, sino que también dialoga con la coreografía.

Sobre el artista

Christos Papadopoulos estudió teatro en la Escuela Dramática del Teatro Nacional de Grecia (1999), Ciencias Políticas en la Universidad Panteion de Atenas (2000) y danza y coreografía en la Escuela para el Desarrollo de la Nueva Danza (SNDO) en Ámsterdam (2003). Es miembro fundador y director artístico de la compañía de danza Lion and the Wolf (2015). Sus dos primeras creaciones, ELVEDON y OPUS, recibieron una calurosa acogida por parte del público y la crítica tras su presentación en el Porta Theatre de Grecia y han sido presentadas en destacados teatros y festivales europeos, como el Théâtre de la Ville de París, el Julidans Festival de Ámsterdam, el Festival RomaEuropa, la Dansens Hus de Oslo, el Mercat de les Flors de Barcelona, el Dublin Dance Festival, la Trafó House de Budapest…

Su espectáculo más reciente, ION, fue un encargo del Centro Cultural Onassis de Stegi, coproducido por el Théâtre de la Ville de París y Le Lieu unique, scène nationale de Nantes. La pieza ha girado con éxito y sin descanso desde 2018 por escenarios de toda Europa, como el Théâtre de la Ville de París, el Théâtre Vidy-Lausanne, el Théâtre Les Halles de Schaerbeek de Bruselas, Le Lieu unique, scène nationale de Nantes, Le Quartz - Scène nationale de Brest, etc.

Papadopoulos formó parte del equipo coreográfico de las ceremonias de apertura y clausura de los Juegos Olímpicos de Atenas de 2004, así como de los Juegos Europeos de Bakú en 2015. Asimismo, ha coreografiado espectáculos para numerosos directores de teatro, como Michail Marmarinos, Dimitris Karantzas, Thomas Moschopoulos, Yannis Kakleas, Vasilis Nikolaidis, Vasilis Mavrogeorgiou o Kostas Gakis. Como bailarín, ha colaborado con figuras de la talla de Dimitris Papaioannou, Alexandra Waierstall, WeGo y Fotis Nikolaou, entre muchos otros. Paralelamente, desde el año 2013 enseña movimiento e improvisación en la Escuela de Arte Dramático del Conservatorio de Atenas.

En primera persona

Dos componentes básicos son claramente discernibles en la investigación coreográfica de Christos Papadopoulos. El primero se refiere a la espacialidad del cuerpo: la forma en que el cuerpo se convierte en portador de la percepción del espacio que habita, posicionándonos activa y conscientemente en el mundo. El segundo trata de la insistencia en un patrón cinético, de modo que el transcurso del tiempo pueda adquirir una duración diferente: pasar de la yuxtaposición de momentos a un cosmos temporal unificado e integrado. Aún así, a pesar del enfoque de la interpretación en el aquí y ahora, que se expande a través de la función de repetición, el deseo del coreógrafo es liberar nuestro ojo de la compulsión del sensacionalismo. Se podría decir que busca una especie de disciplina mínima, la infinitud que se hace realidad en el ser humano y todo lo que le rodea.

Esta intensidad en la observación de las cosas que nos rodean, como cuando nos encontramos en la naturaleza y nos embrujan los fenómenos que componen su cosmos, no se puede cuantificar. El acto de ver no tiene peso si no está ligado a la emergencia de un paisaje interior específico, con la apropiación personal del espacio. Del mismo modo, también en esta coreografía específica, el cuerpo hace visible la diversidad de un mundo a través de la gradación imperceptible del movimiento, para liberarnos finalmente de la finitud del escenario. Es más, el escenario no es simplemente la superficie sobre la que tiene lugar el movimiento; para el coreógrafo, es una condición espacial de introspección, un material maleable que busca emular el encanto que ejerce sobre nosotros la inmensidad de la esfera celeste. Asimismo, el acercamiento del otro implica una relación que no se agota en la proximidad, sino que se expande en la diferencia fundamental e incalculable del otro, transformando el espacio en un lugar de convivencia"

Tassos Koukoutas, dramaturgo

Información práctica

• Naves del Español en Matadero Sala Fernando Arrabal - Nave 11
• 20 y 21 de noviembre - 20.00h
  22 de noviembre - 19.00h

Vídeo

La crítica ha dicho...

• “Está claro que la calidad y las autenticidad del trabajo de Christos Papadopoulos están causando un gran revuelo. Rápidamente arropado por las redes de coproducción europeas y aclamado, con razón, por la crítica, es una verdadera joya de la danza griega contemporánea. Del mismo modo que el efecto que su trabajo tiene en la audiencia es cautivador. A su talento y a su suerte se suma el hecho de que se ha rodeado de un equipo de artistas que juntos se hacen más fuertes. Cada intérprete despliega su talento por el bien común, fortaleciendo así su propia trayectoria y la del grupo (…). Salimos sintiendo que hemos caminado un largo camino en buena compañía, compartiendo algo silencioso pero profundo: una pieza minimalista, enérgica, eléctrica”. Marguerite Papazoglou, unfauteuilpourlorchestre.com
• “Ningún bailarín atrae la atención más que otro: cada uno reclama la energía que crepita en cada centímetro, se mezcla con su individualidad (especialmente, con sus rasgos físicos distintivos), pero compartiéndola repetidamente con los otros, pasándose la energía de uno a uno otro a trompicones, como si tratasen de recargar los niveles de energía de cada uno para que todos mantengan un flujo constante e idéntico. Ya no tenemos a diez bailarines frente a nosotros, sino un alga marina tranquilamente poderosa, que corre con las olas; una planta cautivadora cuya ondulación firme y fascinante nos anima a meditar o a soñar despiertos.
  
  Estamos, por tanto, en otro lugar completamente, en un espacio-tiempo diferente, flotando irresistiblemente gracias a la notable actuación de la compañía de danza. Notable no solo por su capacidad fisiológica para producir tantos efectos visuales con gestos microscópicos, sino todavía más por su cualidad vibratoria como cuerpo de bailarines, una imagen que transmite todo su significado ”. Bachtrack
• “Bachtrack “Comienza con la oscuridad atravesada por un rayo de luz, como una grieta, un crepúsculo horizontal donde aparecen y desaparecen siluetas furtivas. Un ruido sordo envuelve este misterioso ida y vuelta. Poco a poco se van revelando los cuerpos, cuya carrera ha dado paso a pasos precisos pero evanescentes que se deslizan. Diez bailarines habitan ION, la tercera pieza coreográfica de Christos Papadopoulos. Hombres y mujeres están vestidos todos igual, con pantalones oscuros y con el pecho descubierto, como si fueran una especie de datos en bruto, no sexuales, de su diversa igualdad; diez individuos únicos que forman un todo heterogéneo pero unido. El individuo y el grupo, el caos aparente y la organización del movimiento: estos son los ingredientes de este momento extraordinario, formado por una ondulación inquietante y un movimiento perpetuo.
  
  Vibración orgánica
  Orgánica como los impresionantes murmullos de los pájaros en los que se inspira, esta pieza ofrece a su público el vasto mundo de la imaginación, abierto a través de la contemplación, cuestionando al mismo tiempo qué es lo que hace que seres dispares sean una comunidad. Incluyendo, incluso, el material propio de la danza, sus reglas, las libertades que permite, las pistas que los intérpretes pueden trazar y el espacio que ocupan las diferentes personalidades en ella.
  
  Podemos sentir la tentación de analizar ION en términos del bailarín y su posición dentro del conjunto, pero lo que Christos Papadopoulos ofrece -especialmente, incluso- merece un análisis en términos de la poesía cruda y sensible con la que lo inyecta y la precisión loca que lo atraviesa, mientras utiliza nuevos espacios de percepción. La música de Coti K, electro texturizada con revestimientos y bucles, encaja perfectamente con los movimientos altamente modelados, su economía, su tensión y la vibración de sus variaciones infinitesimales y sus conexiones fascinantes”. ”. Mari Baudet, La Libre Belgique